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EXPERTOS EN BIENES

Pueblo intemporal

FEMÉS

Todo pueblo es benefactor o víctima de su propia historia. Asimismo, es testigo en primera línea de los vaivenes del hombre, de su cultura, su desarrollo o su declive. Corría el año 1402 cuando la expedición liderada por Jean de Bethencourt arribó en las playas de Papagayo. Un hecho que iniciaría el importante cambio histórico del archipiélago canario. Femés debe sus orígenes al cambio estratégico que supuso el traslado del primer asentamiento normando, en aquellos años la ciudad de San Marcial del Rubicón, debido a su inseguridad y su cercanía al mar que la hacía muy vulnerable a los ataques de los piratas. Bajo esta premisa los vecinos de la zona fueron trasladandose hasta las montañas del actual Monumento Natural de los Ajaches, estableciendo los pueblos de Maciot  y Femés.

En aquella época Lanzarote era una isla completamente diferente de la que conocemos hoy en día.  De hecho, una cuarta parte de la isla quedó sepultada bajo la lava de las constantes erupciones volcánicas que conoció la isla entre 1730 y 1736, dando lugar al mundialmente conocido “Parque Nacional de Timanfaya”. Para los habitantes fue una época dura que obligó a muchos a emigrar. La fuerte emigración que conoció la población lanzaroteña en el transcurso de los años hizo que los pueblos como Femés se mantuvieran prácticamente inalterados durante siglos. Femés fue municipio independiente hasta el 1953, fecha en la que fue incluido en el municipio de Yaiza. Los habitantes del pueblo siempre fueron agricultores y pastores. La altitud en la que se encuentra Femés y el clima del valle son ideales para el cultivo y la ganadería. El pueblo se construyó a partir de las necesidades de aquella época. Sus primeros pobladores se instalaron en el extremo sur del valle que se alza a unos 450 metros por encima del nivel del mar, al cobijo del macizo montañoso que mantiene las tierras de labranza protegidas del viento. Hoy en día, Femés presume de ser un pueblo tranquilo, con su centro neurálgico alrededor de la antigua iglesia de San Marcial de Rubicón emplazada aquí en torno al año 1753 despues de ser varias veces destruida en todos sus emplazamientos anteriores por ataques piráticos. Gracias a la renovación de la carretera que cruza el valle y conecta con Playa Blanca, Femés recibe cada día gran cantidad de visitantes que aprovechan su parada para disfrutar de una buena comida canaria y de la magnífica vista desde el mirador “El Balcón de Rubicón”. Un lugar que durante muchos años sirvió para vigilar la llegada de los temidos piratas. No hay que dejar de probar los platos típicos como el estofado de cabra o las lentejas, y como no, el queso de cabra producido de forma artesanal por los lugareños.

La agricultura y la ganadería aún se mantienen perfectamente en pie, y algunas familias todavía viven de sus plantaciones de papas y cebollas; de la cría de cabras y la producción de quesos. Un producto muy apreciado tanto por los conejeros como por los turistas. Sin lugar a dudas, Femés es un pueblo donde poder apreciar la más pura esencia de Lanzarote. Es un estupendo punto de paso para aquellos que visitan la isla en coche: atravesando el valle conocerán la pequeña aldea de Las Casitas, las tierras de labranza con sus fincas aisladas y las montañas hasta llegar al pueblo. Es también un excelente punto de partida y la meta de varios senderos que recorren el Monumento Natural de Los Ajaches. Algunos de ellos cruzan por el impresionante pico de Montaña del Hacha Grande y descienden hasta las Playas de Papagayo donde los senderistas podrán disfrutar de refrescante baño. Una experiencia que les hará sentir como a aquellos aventureros que llegaron a Lanzarote con ansias de conquista.

Mirando desde la iglesia hacia las montañas del este se encuentran varios corrales de cabras, el emblema de Femés. Además, curioseando por los alrededores, se puede apreciar aun mejor el ambiente tranquilo y el carácter especial de este pueblo. Los vecinos se reúnen a charlar en los jardines salpicados de bonitas flores que decoran palmeras y cactus, y desde la pequeña escuela del pueblo los niños vuelven a sus casas paseando despreocupados y felices. Son imágenes que recuerdan a tiempos pasados. En el mes de julio, la plaza viste sus mejores galas para la procesión en honor al patrón del pueblo, San Marcial, y durante una semana se celebran las fiestas de Femés. El resto del año sus 253 habitantes disfrutan de la tranquilidad que se respira ahí arriba, tan solo interrumpida por los visitantes que quieren disfrutar de una buena comida y de unas vistas inmejorables. 

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